La piedra siempre ha sido el material de construcción hasta la llegada de la modernidad. Su dureza ha persistido en ejemplos populares de arquitectura pirenaica. Casas en los distintos núcleos del Valle de Bardaji dejan muestra de este arte doméstico de amplios muros, puertas con arco de doble punto, bancos en la entrada, vigas que depositan la fuerza de tejados de pizarra coronados por chimeneras.
Sin embargo ha sido el arte románico el que ha dado una identidad propia a la Ribagorza. El Valle del Bardaji tiene excelentes muestras de esta expresión medieval en sus iglesias y ermitas, cuyas reformas no han terminado de ocultar la destreza de los maestros lombardos.
En tres iglesias parroquiales es distinguible la factura del románicos.
En Biescas el templo en honor a San Saturnino mantiene una buena conservación. DE origen datado en el siglo XI, de una sola nave y con dos capillas laterales, la planta acaba en el típico ábside semicircular de estructura regular y decorado con arcos ciegos sobre ménsulas troncopiramidales. En el interior destaca la pila bautismal semiesférica.
En Llert se erige la parroquia de San Esteban Protomartir, del siglo XII. Los tres tramos de su nave rectangular se abren con capillas a ambos lados.. Dispone de sacristía y de una torre rectangular de tres cuerpos de altura.
En Aguascaldas se ha reformado la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, originalmente románica, reconstruida en el siglo XVI y reformada en el XVIII. LA disposición de las capillas da la sensación de estar ante una nava en cruz.
Un nutrido grupo de ermitas de diferente estilo se enmarcan en los montes cercanos a las distintos núcleos. Destacan, por el valor simbólico y ser destino de la romería de San Adrián, la de San Pedro en el camino entre Aguascaldas y Biescas. San Jorge o San Saturnino quedan cerca de Aguascaldas. Singular es la que reside en Esterún. Pero la más peculiar hay que encontrarla en las alturas y en estado de ruina. Es en la canal de San Adrián, en el acceso sur del Turbón donde se perciben los restos de los cimientos del que fue el lugar del ermitaño que guardaba la ermita de San Adrián, junto a una fuente, que cuentan, concede deseos.