El Valle de Bardaji se aposenta bajo la sombra del Macizo del Turbón con la escolta de otras dos elevaciones, Cervín y Bucero que enlazan con el cercano Cotiella. Sus paredes arrinconan el Ésera en el Congosto que enlaza con Seira y, por el Ventamillo, se abre al Valle de Benasque.
Sin embargo, la presencia del Turbón, en su flanco noroeste, dimensiona la vida del Valle del Bardaji, obago en la parte alta del valle del Rialbo y soleado en las faldas del Cervín.
Bosques mixtos, con dominio de pino, encinar, roble y chinebro, de amplia densidad y extensión se modulan con prados de pastoreo y campos de labranza quebrados por barranqueras alimentadas por las aguas subterráneas y de ciclo irregular. Las margas muestran los depósitos antiguos y la acción de la erosión en cárcavas de interés geológico. Ambiente donde la fauna de cérvidos, pequeños mamíferos, jabalíes, tejones, aves rapaces, pájaros autóctonos, mariposas... se mueve con soltura.
Pero es el Turbón el rey. Su cambiante aspecto le otorga una jerarquía superior a su altura en comparación de las cimas pirenaicas cercanas. Preciosa atalaya de Ribagorza, configura una personalidad especial a la zona desde sus muros verticales de los que manan aguas terminales, se extraía plata y otros minerales y la tradición narra leyendas de seres mitológicos, brujas, encantarias y fadas.
La apertura de nuevos senderos, a pie y en bicicleta, en su redolada mantienen una actividad turística de interés para el visitante en un espacio amplio, de paz y descanso, ideal para perderse.